Me despertó el
peso de una persona sobre mi cuerpo.
-Barbara, déjame
dormir-mascullé, empujándola para quitármela de encima
-no, no, no
-canturreó saltando sobre mi
La agarré del
tobillo y la tiré de la cama. Luego me giré hacia hacía el otro lado abrazando
la almohada para volverme a dormir.
-si no son por
las buenas, los serán por las malas-me amenazó
La ignoré.
Escuché sus pasos alejarse y luego...
-¡Barbara!-grité
cuando un vaso de agua fría me cayó en la cara
-¿estás ya
despierta?- y la muy descarada me sonrió.
-para mi
desgracia,sí- le gruñí a la vez que me levantaba-¿por qué tienes que
despertarte con las gallinas?- yo no era precisamente dormilona pero lo de
Barbara no era normal. Ya se fuera a la cama a las ocho de la tarde o de
madrugada que nunca dormía después de haber salido el sol.
-aquí no hay
gallinas
No le contesté,
estaba ocupada secándome la cara y fulminándola con la mirada al mismo tiempo.
-¿qué
querías?-le pregunté
-tu pantera está
acosando a mi gato ¡quiere comérselo!
-seguramente
-¿no vas hacer
nada?-exclamó incrédula
Por mi parte me
encogí de hombros.
-¿qué quieres
que haga?Es el territorio de Kasey
-encierra esa
bestia que tiene por mascota
-¿bestia? Así no
es como la llamabas antes, es más, recuerdo haberte oído decir que la adorabas
-antes no quería
comerse a Bob
Puse los ojos en
blanco. Vaya nombre feo para un gato. Bob.
-puedo intentar
dejarla en el ala este, pero por muy domesticada que esté, no voy a poder
reprimir el instinto de caza, Bob es un lindo juguete para ella
Barbara dio una
patada en el suelo irritada.
-haz algo Isbe,
tu mascota será lo que tu quieras pero no está domesticada
-sí lo
está-entrecerré los ojos amenazadoramente retándola a que me contradijera.
Nadie me discutía cuando ponía mi cara de poco amigos.
-no lo está-
pero ella lo hizo. Siempre lo hacía.
-que sí
-que no
-¡sí!
-¡no!
Un grito al otro
lado de la puerta puso fin a nuestra discusión. Las dos salimos corriendo para
encontrarnos a una sirvienta que cargaba las toallas y a mi pantera cortándole
el paso.
-se..señora, por
favor-
No entendía por
que estaba tan asustada. Kasey ni siquiera estaba de mal humor.
-Kasey-la llamé,
esta me miró pero luego volvió a fijar su atención en la criada .Movía el rabo
sin cesar pidiendo que jugaran con ella. Suspiré.
-ya veo que bien
domesticada-se burló Barbara por lo bajo.
La ignoré
intentando tranquilizar a la pobre sivienta.
-eres nueva¿verdad?-le
pregunté a
Asintió
estoicamente sin moverse apenas. Me acerqué a ella y la obligue a moverse. Al
principio se resistió con fuerza, me miraba como si estuviera loca y temblaba
como un flan, pero poco a poco fue cediendo y caminó hasta la pantera que
esperaba pacientemente.
-¿tu nombre?
-Sara, señorita
-bien Sara, está
es Kasey-cuando pronuncié su nombre, la pantera se movió acariciándome la
pantorrilla con la cabeza, luego hizo lo mismo con Sara. Sin embargo ella se
volvió asustar y pegó un brinco hacia atrás.-no, no, solo quiere que la
acaricies. No se suele acercar a desconocidos pero al parecer le has gustado
Noté como la
joven sirvienta se relajaba acariciando a Kase, incluso sonrió cuando mi
pantera movió la cabeza para que le acariciara el cuello.
-siento el susto
que te has llevado- me disculpé- Kasey notó que eras nueva y solo quería
conocerte
La mujer dijo
que no pasaba nada y volvió a erguirse sujetando mejor las toallas. Sonrió una
última vez hacía Kasey antes de irse. Acabarían haciéndose amigas, estaba
segura. Cuando mi pantera quería era irresistible.
Aproveché que
Barbara me había despertado para darme una ducha y bajar hablar con mi padre.
Tenía muchas ganas de elegir el sitio al que iríamos. Nunca había ido de
vacaciones ,esto era algo realmente nuevo.
Con el pelo aún
mojado, un pantalón cualquiera y una camisa gastada fui al despacho de mi
padre. Pasaba la mayor parte del día (y de la noche) allí encerrado con el
trabajo. A pesar de ser invierno y de que las temperaturas cada vez eran más
bajas yo andaba descalza por la casa, gracias al suelo radiante que calentaba
cada losa que pisaba, era una de las cosas que más adoraba de mi casa, la
piscina climatizada iba detrás.
-¿papa?-pregunté
llamando a la puerta
-pasa,cariño
¿qué haces levantada a estas horas? Acaba de amanecer
-Barbara-dije
como única respuesta
Mi padre sonrió.
-es un autentico
torbellino-luego cambió de tema-¿has pensado ya en un lugar?
-venía a mirarlo
contigo
Él asintió
guardando los papeles en el cajón inferior del escritorio.
-bien,coge una
silla y siéntate a mi lado
Hice lo que me
pidió.
-¿y el
portátil?-pregunté al no verlo sobre la mesa.
-en la mesa del
fondo, no entiendo esos cacharros-dijo fastidiado
-¿quieres que te
enseñe?- le pregunté mientras iba a por él
-por Dios no, el
padre de Barbara se encarga de todo eso
-como quieras-
accedí sabiendo que no cambiaría de parecer. Abrí el portátil y lo encendí.
Esperé a que la
sesión comenzara y abrí la pestaña de internet. Busqué varias agencias y le mostré a mi padre todo tipo de fotos y
descripciones de sitios diferentes. Me sorprendí muy gratamente al ver que mi
padre se interesaba de veras por el viaje. Miraba tranquilamente las opciones
donde podíamos ir y no comentó nada sobre el trabajo. Me parecía extraño que
dejara el trabajo de lado, no era propio de él con lo responsable que era, pero
no iba a poner objeciones, por una vez tenía la atención de mi padre.
-París parece un
buen sitio-comentó mi padre
-sí, pero creo
que me gustaría más Nueva York o quizás la India,no, mejor Egipto ¿tú qué
crees?
-¿Egipto?-preguntó
con fingido horror- pero si nos asaremos como pollos, mejor Nueva York
-bien-le dije
cliqueando en una página de turismo sobre esa ciudad-me gusta, tiene muchos
sitios que podíamos visitar ¿y a ti?
-sí, creo estará
bien
-¿quién vendrá
con nosotros?-pregunté planeando mentalmente el viaje
-el pequeño
Leonardo
Puse los ojos en
blanco al escucharlo.
-Papa, Leo es
seis años más mayor que yo, no es pequeño precisamente
-es que tú
también eres mi pequeña-adujo sonriendo con satisfacción
No comenté nada,
lo conocía y era bastante sobreprotector, ya quedó demostrado tras el incidente
con Diego.
-entonces
decidido, Nueva York nos espera
Me levanté del
asiento guardando de nuevo el portátil y le di un fuerte abrazo. Estaba feliz.
-creo que me voy
a ir de compras, si aquí es verano ¿allí es invierno?-levanté una mano para
callarlo-no, no me lo digas, compraré de las dos- le informé con una sonrisa
traviesa-ya sabes, por si acaso
Mi padre no sabía si reír o regañarme. Al final optó por la
primera, al igual que mi pantera ,yo podía ser irresistible cuando quería.
-¿para cuando el
viaje?
-compraré los
billetes esta tarde, para...-se calló pensativo- ¿dentro de una semana?-me
preguntó para saber si estaba de acuerdo con él. Lo estaba.
-perfecto
El teléfono
móvil de mi padre sonó. Lo cogió y puso su voz de jefe, autoritaria , segura y
peligrosa. Así era mi padre para los demás, pero no siempre era de esa manera.
Me despedí de él con un beso y me fui para dejarle trabajar.
Me encontré con
Angel por el pasillo. Iba sonriendo mientras se comía una barra de chocolate.
Parecía mucho más joven de lo que en verdad era e incluso algo infantil. En ese
momento era igual que su hijo Leonardo.
-¿ya has
saqueado la cocina?-le pregunté contagiándome de su sonrisa a la vez que le
arrebataba una onza de chocolate
Él escondió el
chocolate con un ágil movimiento para que no le quitase más. No se que pasaba,
pero parecía que todos los habitantes de la casa estaban relajados y
disfrutando de las pequeñas cosas. Me alegraba. No solía ver a Ángel ni a mi
padre sin el ceño fruncido por algún problema.
-lo que he
podido. Peggy me ha echado de allí a escobazos
-ya la conoces,
la cocina es su territorio
-sí-coincidió
conmigo-por cierto ¿has hablado ya con tu padre?
-acabo de salir
de su despacho, hemos decidido ir a Nueva York ¿crees que le gustará a Leo?
-él estará
encantado con el sitio que elijáis, aunque debo admitir que la playa y las
chicas con poca ropa van más con él
Reí al
escucharlo. No era un secreto que Leo era un seductor en toda regla, Ángel
solía bromear diciendo que lo había heredado de él.
-te dejo que
sigas con el chocolate voy a renovar el armario para este viaje con Barbara y
Leo
-que no te
escuche mi hijo , si no se esconderá para que no lo encuentres. Yo iré con tu
padre, seguro que me tiene trabajo preparado- farfulló como un niño pequeño.
Riéndome de
nuevo subí a mi habitación para ponerme algo más arreglado y busqué a Barbara
para ver si le quería venir conmigo. Aceptó, como me esperaba. En cambio Leo
había desaparecido y no lo encontraba por ningún lado. De verdad ¿Qué tienen
los hombres con salir de compras? Al final nos fuimos sin él.
Debía admitir,
aunque no me gustara, que ser mafiosas tenías sus beneficios. Para empezar una
cantidad de dinero inacabable, cosa que era un placer cuando una quería darse
ciertos caprichos. Otras ventajas eran el respeto con el que te trataba todo el
mundo, al menos los que conocían nuestro “negocio”. Aunque claro, para
cualquiera que tuviera dinero o estuviera en líos con la policía sabía de
nosotros. Era... un secreto a voces.
El guardia que
iba tres de mi no paraba de refunfuñar, enfadado por haberlo obligado a venir
para cargar con nuestras cosas. Pero con tal de mantener su trabajo no se
atrevió a replicar. Las puertas correderas de cristal se abrieron y la temperatura
caliente del centro comercial me hizo estremecerme. Hoy estaba haciendo más
frío de lo normal y si seguía así volvería a nevar, por suerte no era de las
personas que les desagradaba el frío. Barbara me agarró de la mano y se paró
delante mía cortándome el paso. Conocía esa expresión y nunca traía anda bueno.
-sueltalo- le
pedí. Ella estaba impaciento por decir lo que se le había ocurrido.
-vamos a jugar
-¿jugar a ir de
compras?- le pregunté tanteando el terreno. Vete tú a saber que idea loca se le
había metido ahora en la cabeza.
-mas o menos,
veamos quien comprar más cosas en digamos... ¿una hora?
-¿comprar
cualquier cosa?
-sí, bueno
no-rectificó- todo lo que compremos tendremos que ponérnoslo, por supuesto
-por supuesto-
la imité riéndome de ella y poniendo los ojos en blanco.
-¿sí o
qué?-quiso saber ignorando mi broma .
Hice que lo
meditaba para tenerla expectante. No sabía que iba hacer con toda la ropa nueva
pero nos divertiríamos un rato.
-si es lo que
quieres...-accedí – aunque luego no llores si gano, soy más rápida que tú
-pero yo gasto
el dinero con mayor rapidez-replicó con suficiencia. Yo reí. Era verdad lo que
afirmaba- empezamos en tres...dos...- y echó a correr.
-¿y el uno?-le
grité
Su respuesta fue
una honda carcajada que hizo eco a través del centro comercial. Decidí no darle
más ventaja y entré en una de mis tiendas favoritas. Loui Boiuttoni. Fui
directa a la sección de zapatos, tenía predilección por los tacones y mi
armario lo demostraba. Como el guardia se había quedado fuera contento de no
convertirse en nuestro perchero andante llamé a uno de los dependientes.
-¿qué necesita?
Yo le sonreí
dulcemente y él pareció algo nervioso. Era más joven que yo y seguramente este
sería uno de sus primero trabajos.
-¿vas a
comisión?-le pregunté. El chico me había caído bien a simple vista.
-sí
-entonces hoy es
tu día de suerte
El chico no
entendía a que me refería así que le expliqué nuestro juego.
-mira-le dije
llevándolo hasta la puerta-¿ves aquella chica morena de pelo corto que corre
como una posesa?- él asintió- pues hemos echo una apuesta y consiste en comprar
todo lo que podamos
Al joven se le
iluminó la mirada. Se iba a llevar una buena paga extra este mes.
-¿entonces
qué?¿comenzamos?
-por supuesto
¿por dónde quieres empezar?- inquirió el solícito
Esta vez fui yo
la que sonrió.
-zapatos, tengo
un treinta y ocho
Miramos toda
clase de zapatos mientras yo elegía cual quería y cual no, y si alguno me
gustaba mucho me lo llevaba en varios colores. Después pasamos a la ropa,
trajes de chaqueta,vestidos para diario, para salir, todo ropa elegante. Habían
pasado cuarenta minutos y llevaba más ropa de la que ya tenía en mi armario.
Entre Barbara y yo habíamos echo un tremendo agujero a la tarjeta de mi padre.
Pagué sin ni siquiera mirar el tique y después de lanzar un chiflido al guardia
para que cargara con todo me despedí del chico.
-si alguna vez
necesitas algo ven a buscarme- le pasé una tarjeta con mi dirección y mi número
de teléfono.
-gracias por
todo-después de haber vaciado media tienda ya no se sentía tan cohibido. Ese
chico era buena persona y estaba en apuros. No había tardado en notarlo, no
pasaban ni cinco minutos sin que él mirara hacia la puerta. Ninguno de sus
movimientos era relajado y no era bueno escondiendo sus emociones. Estaba
asustado por algo. Y la verdad, no me apetecía encontrarme con este chico
muerto en un callejón por un ajuste de cuentas.
Rara vez me
equivocaba cuando juzgaba a un persona a primera vista, no lo hacía a mala fe
,simplemente, o me causaban buenas vibraciones o no. Y este chico estaba entre
los primeros. Si se trataba de un problema de la calle como sospechaba yo
podría solucionarlo, nadie tenía más autoridad que mi familia. Ni siquiera la
policía.
-¿cuál es tu
nombre, chico?-le pregunté cuando las puertas de cristal se abrieron
-Miguel
Le guiñé un ojo
amistosamente.
-bien, yo soy
Isabella, y no dudes en venir a buscarme si te ves en apuros- le pasé mi
tarjeta totalmente seria, sin rastro alguno de sonrisa-puedo ayudarte, créeme
Salí dejando al
chico con las preguntas en la boca. Esperaba de veras que no lo hiciera falta
llamarme. Me quedaban diez minutos de tiempo pero ya no tenía más ganas de
seguir comprando, el tema del chico se había quedado dando vueltas en mi
cabeza, así que Barbara seguramente ganaría. El guardia que nos había
acompañado no veía por donde andaba debido a la enorme torre de bolsas que
cargaba. La imagen era bastante graciosa, sobre todo en ese momento que hacía
equilibrio para que no se le cayeran. Me senté en un banco esperando a Barbara,
tenía marcas en las manos de sostener las bolsas y las dejé caer estirando los
dedos. Mi competidora no tardó en llegar exaltada y sonriendo como una cría, me
extrañó que tan solo llevara una bolsa en las manos.
-¿y tus
compras?-le pregunté temiendo la respuesta
-espera un
momento-miró a su alrededor para no encontrar nada- bueno espera varios
momentos- y entonces pareció ver lo que esperaba porque su cara se iluminó por
completo. Mire en su dirección para encontrarme con un séquito de dependientes
cargados con bolsas y cajas. Gemí en voz alta haciendo reír a Barbara.
-creo que
ganaste- alegué observando todas las compras
-sí-afirmó
sacando varios billetes y dándole una propina bastante sustanciosa a los que la
habían ayudado a cargar las bolsas.
Y en ese momento
mientras las dos reíamos por la tontería que habíamos echo y cotilleábamos las
bolsas de la otra mirando lo que había comprado, todo cambió. Cambió mi vida
para siempre y las de muchos otros, y ese cambió sería algo permanente e
irreversible.
Leo apareció por
las escaleras mecánicas seguido de tras guardias más, todos serios con los
semblantes inescrutables. Dejamos lo que estábamos haciendo al verlo llegar.
Cruzamos una mirada que significaba lo mismo: algo malo había pasado.
-tenéis que volver-dijo
Leo
-¿qué ha
pasado?- le pregunté preocupada, aunque por fuera siguiera tan entera como
antes.
-ahora no
Quería exigirle
que no me dejara en vela, que me explicara que estaba pasando pero su dura
mirada me obligó a morderme la lengua. ¿Qué había podido suceder? Ideas cada vez
más terribles pasaban por mi mente pero no me atrevía a preguntar por miedo a
montar un escándalo en mitad del centro comercial .Pero cuando montamos en el
coche y el silencio me crispo lo nervios casi volviéndome loca no pude
aguantar.
-Leo, di que
está pasando-le ordené en mi tono más mortífero. Intentaba ocultar el miedo
pero la única manera que sabía como hacerlo era ponerme a la defensiva. Por la
seriedad que transmitía Leo no podía ser un simple problema en el negocio. Algo
malo le había ocurrido a alguien. Intente respirar para relajarme, no podían
verme flaquear, aunque tuviera un horrible presentimiento, aunque algo en mi
pecho me doliera y estuviera a punto de estallar.
Leo desvió la
mirada de la carretera para mirarme, luego volvió a fijarle en frente.
-Isbe..-empezó a
decir dándome alguna excusa
-¡ahora!
Noté como
Barbara se encogía en el asiento de atrás, pero no me importaba que se asustara
de mi genio. Necesitaba saber.
-han disparado a
tu padre- y todo mi alrededor se detuvo, el tiempo se paró y mi corazón de
desbocó. Porque sabía que esa no era toda la verdad. Ese día había muerto mi
padre. Giorgio Vettore.