Capítulo 7, ¿un entierro o una reunión?



Nota de la autora: Aquí va otro capítulo más, sé que es muy cortito y lo siento, pero con todos los exámenes y eso apenas tengo tiempo libre y mucho menos inspiración.
También disculparme por el abandono del blog, sé que tardo mucho en subir capítulos y seguramente tardaré otra eternidad en subir el siguiente :S
Espero que me perdonéis  y que disfrutéis con este séptimo capítulo.
Gracias y besos a tod@s los lectores que me leéis y me apoyáis



La lluvia golpeaba con fuerza sobre mi paraguas para acabar deslizándose por él y llegar a la tierra, la misma tierra en la que estaban enterrando a mi padre. El día había amanecido nublado, con el cielo totalmente encapotado. No tardó en comenzar a llover y pronto llegó la tormenta. Ángel me rodeaba la cintura mostrándome su apoyo, y tanto Leo como Barbara no se habían separado de mí, pero a mí más me daba estar sola o no. Mi interior estaba frío y sin mi padre me sentía abandonada.

La casa se sumió en la tristeza, todos vestían el luto, yo incluida, y nadie se atrevía hablar, solo leves murmullos se escuchaban cuando yo entraba o salía de una habitación. Pero en ese momento, ante mí, veía el hueco en el suelo donde introducían el ataúd. El sentimiento de querer gritar y tirarme al suelo negando que esto no había pasado no desaparecía de mi interior. Quería abrir los ojos y descubrir que solo había sido una terrible pesadilla, que Arabelle me prepararía un taza de chocolate y todo se olvidaría. Pero por mucho que rogaba; no sucedía.

Cerré los ojos para no ver esa imagen, los recuerdos que pase junto a mi padre eran los que debían ocupar mi mente, no el de su cadáver, no el de su pecho ensangrentado con tres disparos, no el de sus ojos sin vida, y no el de su entierro. Escuché los sollozos de Barbara y Peggy pero no hice nada para consolarlas. Otras mujeres conocidas de mi padre también lloraban, incluso vi a Ángel dejar escapar una lágrima, pero yo no, mis ojos estaban secos. Salí del paraguas cuando el cura terminó la misa, la lluvia me empapó la cara y empezó a colarse a través de mi abrigo, sin embargo ,apenas lo noté. No iba a decir ningunas palabras, ya no servirían de nada y todo lo que quise decirle a mi padre ya se lo había dicho en vida. Eso era algo de lo que no me arrepentía.

La rosa blanca que cogía entre mis manos se dobló ligeramente por la lluvia. La apreté contra mi pecho respirando hondo, haciendo que su suave olor me reconfortara. La deje caer observando como se deslizaba hasta chocar contra la madera acompañada por el agua de la lluvia. Pero había algo mal, la rosa no era suficiente. Representaba a mi padre y a nuestra familia pero no mostraba todo el dolor y sufrimiento por su perdida, como el que había sentido el jornalero ante la muerte de su amada. Me agaché sacando de mi bota una daga fina, cogiéndola con la derecha encerré su filo en mi otra mano y lo deslicé hacia abajo. Se escucharon exclamaciones ahogadas entre los presentes cuando abrí la mano y vieron la sangre. Alargué el brazo y apretando con fuerza dejé que la sangre manchara la rosa . El símbolo Vettore no era una rosa blanca, en una rosa sangrando. Leo volvió a acercarse tapándome con su paraguas. Siempre velando por mi. No recordaba ni una solo vez que no hubiera estado ahí cuando lo hubiera necesitado, ni una.

-vamos

Yo asentí. No tenía ganas de escuchar el pésame o las palabras vacías de los que allí había. No me interesaban sus respetos, solo quería encerrarme en mi habitación y no salir.

-¿podemos marcharnos?- le pregunté en un murmullo. Mi voz sonó pastosa y ronca debido a la falta de uso. No había hablado con nadie más de lo necesario. ¿para qué? Me preguntaba.

-aún no-se lamentó- hay alguien con quien tienes que hablar

-no quie...-empecé a protestar pero él me cortó

-es importante, luego nos iremos-y mientras lo dijo, vendó mi mano con una trozo de tela, vagamente me pregunté de donde la habría sacado, tampoco era importante. Cerró la venda en un nudo para evitar que se escapara y apreté los dientes ante el dolor.

Callamos mientras nos alejamos del enterrador. El ruido de la tierra cubrir el ataúd resonaba una y otra vez en mi cabeza. No el dolor de mi herida ni el fría de la lluvia, lo que me turbaba y asustaba era las palas de tierra cubriendo lo que quedaba de mi padre. Ras...pum...ras...pum...Pala en la arena, arena en el ataúd...Ras...pum...ras...pum

-Isabella Vettore,-la voz desconocida que me llamaba interrumpió mis lúgubres pensamientos- mi pobre niña, me duele en el alma esta pérdida, Giorgo fue una gran persona-dijo un hombre mayor agarrándome las manos.

Levanté la vista para encontrarme un rostro cansado y con arrugas. Se encorvaba levemente y del ala del sombrero chorreaba el agua. Sus ojos eran grises apagados, atormentados por la vida, y sus labios eran una fina línea de no sonreír. No lo habría conocido si no fuera por la cicatriz en forma de S que cruzaba su mejilla. Si hubiera sido en cualquier otra situación me habría sentido temerosa, pero hoy no.

-John Simmons, actual jefe de la organización mas grande de mafiosos de Estados Unidos-dije con un timbre irónico-un placer conocerlo

El hombre frunció los labios y sonrió al notar mi tono.

-no soy de tu agrado, lo entiendo, al fin y al cabo ¿por qué iba a importarte las palabras de un viejo como yo que no ha echo nada por ti?-Guardé silencio. Si estaba aquí era por algo, no por su tristeza ante la muerta de mi padre-sé lo que pasó-admitió- solo quería hacerte saber que no descansaré hasta encontrar al culpable de la muerte de tu padre

-¿por qué haría usted eso?-exigí saber con la voz más dura de lo que pretendía

-es una deuda que debo pagar

-no será necesario-repliqué -de eso se encargará su familia- estaba por despedirme para salir de allí lo antes posible cuando un nuevo participante se unió a la conversación. Detrás de mi, Ángel y Leo flaqueaban mi espalda, ellos también le observaban con atención.

-os presento a mi hijo, Dereck Simmons

No podía ser.

No era él.

Pero sí lo era.

Por un momento olvidé el dolor por la muerte de mi padre sustituido por la furia. Pude ocultar todo eso bajo una capa de indiferencia , pero él no ,y todos vimos su cara de sorpresa. Tenía ganas de sacar una pistola y dispararle, por su parte creo que pensaba igual, al menos eso decía su mirada de rencor. Y es que ambos nos habíamos engañado mutuamente. Hacía tan solo unos días ,cuando él se había echo pasar por un guardia en la casa de Diego y yo lo había dejado inconsciente con un jarrón. Aunque, a decir verdad, había conseguido engañar al hijo del mayor mafioso de América , aquel que un día heredaría toda una organización del crimen, me sentía bastante satisfecha con mis dotes de actriz.

-saluda Dereck, es que no te enseñé educación-le regañó su padre, pero entonces se dio cuenta de nuestras miradas cruzadas y empezó a reír- veo que ya os conocéis-y cuando yo ice una mueca de desprecio ante ese comentario ,rió aún más , tanto que empezó a toser con fuerza impidiendo que siguiera con su diversión-me hago viejo-murmuró de mala gana.

Las personas que había a muestro alrededor nos miraban con desaprobación pero nadie se atrevía a comentar. Dereck seguía mirándome con todo el odio que podía y no lo culpaba, había utilizado un truco muy sucio para que no me delatara. Sus ojos grises parecían metal líquido y su mandíbula se apretaba con fuerza. Vale, había herido su orgullo masculino, pero no era para tanto. Tuve que contenerme para no poner los ojos en blanco, hombres, todos iguales. Pero la pregunta era :¿qué hacía él en la casa de Diego?

-es hora de marchar-intervino Ángel percatándose del ambiente tenso

Yo asentí de acuerdo con él.

-necesitarás mi ayuda-añadió John antes de marcharnos-y estaré dispuesto a dártela, solo ven a verme

-todavía no podemos irnos-me informó Ángel cuando todos los mafiosos americanos desaparecieron, incluido Dereck-Mijail Petrov está aquí

Mafia americana, Mafia rusa ¿qué estaba pasando?

Lo único que sabía es que no podía darle un desplante,nuestras casas estaban en la cuerda floja y no quería iniciar una guerra, pero tenía tan pocas ganas, tan poco energía...

Si embargo no podía permitírmelo, con Mijail no existían tratos de paz entre una mafia y otra ,y mucho menos después del incidente de hacía un mes.

-de acuerdo-accedí llevándome una mano a la sien-no tendrás por ahí una aspirina ¿verdad?

Leo esbozó una leve sonrisa antes de asentir.

-haré que te la consigan, no te preocupes

Llamó a uno de los innumerables guardias que ahí había mientras yo me dirigía hacía la parte exterior del cementerio, donde me aguardaban la mafia más extendida y peligrosa hasta el momento. La mafia rusa.

-Isabella, deberás controlar tu lengua con ellos-me advirtió Ángel adelantando el paso hasta igualarse al mío, el resto de guardias venían detrás.

-no me siento con fuerzas ni para pelear

-eso no es lo que parecía hace unos momentos con el hijo de John Simmons, en algún momento tendrás que contarme que sucedió con él

-sí, en algún momento-repetí ausente

Ante mi vista apareció Mijail, llevaba ese nombre en honor a su padre, el anterior jefe de la mafia, que para desgracia de todos ,ya que su hijo resultó ser mucho peor que él, murió hace unos cuatro años. Yo ya estaba acostumbrada a todo tipo de hombres intimidantes pero Mijail tenía algo en la mirada que te hacía preferir ir al infierno que enfrentarte a él. Sus ojos hablaban de terribles torturas y esa sonrisa sádica mostraba que le gustaba.

Ahora estaba serio, vestido con un sobrio traje de chaqueta negra. A su lado, un mujer pelirroja, Tanya, su mano derecha y actual amante, al menos eso decían los rumores. Al resto de los hombres no los reconocía pero por la posición en la que se encontraban se deducía que estaban varios rangos más abajo.

-oh, mi querida Isabella que placer verte-dijo nada más verme, luego añadió- aunque deba de ser en esta lamentable situación- y sonrió. Sonrió con esa sonrisa de tiburón ¿cómo podía tener tantos dientes?Reprimí la mueca de asco aunque no pude sonreír, no era tan buena mentirosa.

-es un honor que hayas venido a presentar tus respetos-dije de forma solemne

-debo admitir que tu padre sabía hacer bien su trabajo, lo respetaba mucho incluso a pesar del problemilla que tuvimos hace unos meses

Respeto y un cuerno, sucia rata. En cambió respondí:

-lo sé, y él también, te agradecemos tu compresión y ayuda con los problemas del pasado, no podíamos permitir que algo tan leve causara una brecha entre nosotros-tuve el descaró de sonreír. Mijail no había movido un dedo, al contrario, la disputa que se ocasionó por nuestra manera de solucionarlo casi crea una guerra entre nuestras familias. Él se tensó ante mi respuesta pero no dejó de esbozar esa sonrisa. Una lástima, me habría gustado ver como se iba al traste esa fachada.

-señora-me llamó uno de mis guardias, me traía una aspirina. Le sonreí agradecida y me la tragué sin agua. Yo no servía para la política, y a decir verdad, mi padre tampoco, nunca le gustaron estas “reuniones”. Harta de tener que seguir aquí me excusé de forma casual-creo que deberíamos irnos, ha sido una tragedia tan inesperada y necesito descansar- aparentar debilidad frente a ellos era algo que ya había echo antes, me convenía que me subestimaran ya que con Mijail Petrov ,nunca podías estar segura de lo que pasaría.

-por supuesto, querida mía , espero que volvamos a encontrarnos- y en esos ojos había una promesa


Capítulo 6, Adiós




Me despertó el peso de una persona sobre mi cuerpo.
-Barbara, déjame dormir-mascullé, empujándola para quitármela de encima
-no, no, no -canturreó saltando sobre mi
La agarré del tobillo y la tiré de la cama. Luego me giré hacia hacía el otro lado abrazando la almohada para volverme a dormir.
-si no son por las buenas, los serán por las malas-me amenazó
La ignoré. Escuché sus pasos alejarse y luego...
-¡Barbara!-grité cuando un vaso de agua fría me cayó en la cara
-¿estás ya despierta?- y la muy descarada me sonrió.
-para mi desgracia,sí- le gruñí a la vez que me levantaba-¿por qué tienes que despertarte con las gallinas?- yo no era precisamente dormilona pero lo de Barbara no era normal. Ya se fuera a la cama a las ocho de la tarde o de madrugada que nunca dormía después de haber salido el sol.
-aquí no hay gallinas
No le contesté, estaba ocupada secándome la cara y fulminándola con la mirada al mismo tiempo.
-¿qué querías?-le pregunté
-tu pantera está acosando a mi gato ¡quiere comérselo!
-seguramente
-¿no vas hacer nada?-exclamó incrédula
Por mi parte me encogí de hombros.
-¿qué quieres que haga?Es el territorio de Kasey
-encierra esa bestia que tiene por mascota
-¿bestia? Así no es como la llamabas antes, es más, recuerdo haberte oído decir que la adorabas
-antes no quería comerse a Bob
Puse los ojos en blanco. Vaya nombre feo para un gato. Bob.
-puedo intentar dejarla en el ala este, pero por muy domesticada que esté, no voy a poder reprimir el instinto de caza, Bob es un lindo juguete para ella
Barbara dio una patada en el suelo irritada.
-haz algo Isbe, tu mascota será lo que tu quieras pero no está domesticada
-sí lo está-entrecerré los ojos amenazadoramente retándola a que me contradijera. Nadie me discutía cuando ponía mi cara de poco amigos.
-no lo está- pero ella lo hizo. Siempre lo hacía.
-que sí
-que no
-¡sí!
-¡no!
Un grito al otro lado de la puerta puso fin a nuestra discusión. Las dos salimos corriendo para encontrarnos a una sirvienta que cargaba las toallas y a mi pantera cortándole el paso.
-se..señora, por favor-
No entendía por que estaba tan asustada. Kasey ni siquiera estaba de mal humor.
-Kasey-la llamé, esta me miró pero luego volvió a fijar su atención en la criada .Movía el rabo sin cesar pidiendo que jugaran con ella. Suspiré.
-ya veo que bien domesticada-se burló Barbara por lo bajo.
La ignoré intentando tranquilizar a la pobre sivienta.
-eres nueva¿verdad?-le pregunté a
Asintió estoicamente sin moverse apenas. Me acerqué a ella y la obligue a moverse. Al principio se resistió con fuerza, me miraba como si estuviera loca y temblaba como un flan, pero poco a poco fue cediendo y caminó hasta la pantera que esperaba pacientemente.
-¿tu nombre?
-Sara, señorita
-bien Sara, está es Kasey-cuando pronuncié su nombre, la pantera se movió acariciándome la pantorrilla con la cabeza, luego hizo lo mismo con Sara. Sin embargo ella se volvió asustar y pegó un brinco hacia atrás.-no, no, solo quiere que la acaricies. No se suele acercar a desconocidos pero al parecer le has gustado
Noté como la joven sirvienta se relajaba acariciando a Kase, incluso sonrió cuando mi pantera movió la cabeza para que le acariciara el cuello.
-siento el susto que te has llevado- me disculpé- Kasey notó que eras nueva y solo quería conocerte
La mujer dijo que no pasaba nada y volvió a erguirse sujetando mejor las toallas. Sonrió una última vez hacía Kasey antes de irse. Acabarían haciéndose amigas, estaba segura. Cuando mi pantera quería era irresistible.
Aproveché que Barbara me había despertado para darme una ducha y bajar hablar con mi padre. Tenía muchas ganas de elegir el sitio al que iríamos. Nunca había ido de vacaciones ,esto era algo realmente nuevo.
Con el pelo aún mojado, un pantalón cualquiera y una camisa gastada fui al despacho de mi padre. Pasaba la mayor parte del día (y de la noche) allí encerrado con el trabajo. A pesar de ser invierno y de que las temperaturas cada vez eran más bajas yo andaba descalza por la casa, gracias al suelo radiante que calentaba cada losa que pisaba, era una de las cosas que más adoraba de mi casa, la piscina climatizada iba detrás.
-¿papa?-pregunté llamando a la puerta
-pasa,cariño ¿qué haces levantada a estas horas? Acaba de amanecer
-Barbara-dije como única respuesta
Mi padre sonrió.
-es un autentico torbellino-luego cambió de tema-¿has pensado ya en un lugar?
-venía a mirarlo contigo
Él asintió guardando los papeles en el cajón inferior del escritorio.
-bien,coge una silla y siéntate a mi lado
Hice lo que me pidió.
-¿y el portátil?-pregunté al no verlo sobre la mesa.
-en la mesa del fondo, no entiendo esos cacharros-dijo fastidiado
-¿quieres que te enseñe?- le pregunté mientras iba a por él
-por Dios no, el padre de Barbara se encarga de todo eso
-como quieras- accedí sabiendo que no cambiaría de parecer. Abrí el portátil y lo encendí.
Esperé a que la sesión comenzara y abrí la pestaña de internet. Busqué varias agencias  y le mostré a mi padre todo tipo de fotos y descripciones de sitios diferentes. Me sorprendí muy gratamente al ver que mi padre se interesaba de veras por el viaje. Miraba tranquilamente las opciones donde podíamos ir y no comentó nada sobre el trabajo. Me parecía extraño que dejara el trabajo de lado, no era propio de él con lo responsable que era, pero no iba a poner objeciones, por una vez tenía la atención de mi padre.
-París parece un buen sitio-comentó mi padre
-sí, pero creo que me gustaría más Nueva York o quizás la India,no, mejor Egipto ¿tú qué crees?
-¿Egipto?-preguntó con fingido horror- pero si nos asaremos como pollos, mejor Nueva York
-bien-le dije cliqueando en una página de turismo sobre esa ciudad-me gusta, tiene muchos sitios que podíamos visitar ¿y a ti?
-sí, creo estará bien
-¿quién vendrá con nosotros?-pregunté planeando mentalmente el viaje
-el pequeño Leonardo
Puse los ojos en blanco al escucharlo.
-Papa, Leo es seis años más mayor que yo, no es pequeño precisamente
-es que tú también eres mi pequeña-adujo sonriendo con satisfacción
No comenté nada, lo conocía y era bastante sobreprotector, ya quedó demostrado tras el incidente con Diego.
-entonces decidido, Nueva York nos espera
Me levanté del asiento guardando de nuevo el portátil y le di un fuerte abrazo. Estaba feliz.
-creo que me voy a ir de compras, si aquí es verano ¿allí es invierno?-levanté una mano para callarlo-no, no me lo digas, compraré de las dos- le informé con una sonrisa traviesa-ya sabes, por si acaso
Mi padre no sabía si reír o regañarme. Al final optó por la primera, al igual que mi pantera ,yo podía ser irresistible cuando quería.
-¿para cuando el viaje?
-compraré los billetes esta tarde, para...-se calló pensativo- ¿dentro de una semana?-me preguntó para saber si estaba de acuerdo con él. Lo estaba.
-perfecto
El teléfono móvil de mi padre sonó. Lo cogió y puso su voz de jefe, autoritaria , segura y peligrosa. Así era mi padre para los demás, pero no siempre era de esa manera. Me despedí de él con un beso y me fui para dejarle trabajar.
Me encontré con Angel por el pasillo. Iba sonriendo mientras se comía una barra de chocolate. Parecía mucho más joven de lo que en verdad era e incluso algo infantil. En ese momento era igual que su hijo Leonardo.
-¿ya has saqueado la cocina?-le pregunté contagiándome de su sonrisa a la vez que le arrebataba una onza de chocolate
Él escondió el chocolate con un ágil movimiento para que no le quitase más. No se que pasaba, pero parecía que todos los habitantes de la casa estaban relajados y disfrutando de las pequeñas cosas. Me alegraba. No solía ver a Ángel ni a mi padre sin el ceño fruncido por algún problema. 
-lo que he podido. Peggy me ha echado de allí a escobazos
-ya la conoces, la cocina es su territorio
-sí-coincidió conmigo-por cierto ¿has hablado ya con tu padre?
-acabo de salir de su despacho, hemos decidido ir a Nueva York ¿crees que le gustará a Leo?
-él estará encantado con el sitio que elijáis, aunque debo admitir que la playa y las chicas con poca ropa van más con él
Reí al escucharlo. No era un secreto que Leo era un seductor en toda regla, Ángel solía bromear diciendo que lo había heredado de él.
-te dejo que sigas con el chocolate voy a renovar el armario para este viaje con Barbara y Leo
-que no te escuche mi hijo , si no se esconderá para que no lo encuentres. Yo iré con tu padre, seguro que me tiene trabajo preparado- farfulló como un niño pequeño.
Riéndome de nuevo subí a mi habitación para ponerme algo más arreglado y busqué a Barbara para ver si le quería venir conmigo. Aceptó, como me esperaba. En cambio Leo había desaparecido y no lo encontraba por ningún lado. De verdad ¿Qué tienen los hombres con salir de compras? Al final nos fuimos sin él.
Debía admitir, aunque no me gustara, que ser mafiosas tenías sus beneficios. Para empezar una cantidad de dinero inacabable, cosa que era un placer cuando una quería darse ciertos caprichos. Otras ventajas eran el respeto con el que te trataba todo el mundo, al menos los que conocían nuestro “negocio”. Aunque claro, para cualquiera que tuviera dinero o estuviera en líos con la policía sabía de nosotros. Era... un secreto a voces.
El guardia que iba tres de mi no paraba de refunfuñar, enfadado por haberlo obligado a venir para cargar con nuestras cosas. Pero con tal de mantener su trabajo no se atrevió a replicar. Las puertas correderas de cristal se abrieron y la temperatura caliente del centro comercial me hizo estremecerme. Hoy estaba haciendo más frío de lo normal y si seguía así volvería a nevar, por suerte no era de las personas que les desagradaba el frío. Barbara me agarró de la mano y se paró delante mía cortándome el paso. Conocía esa expresión y nunca traía anda bueno.
-sueltalo- le pedí. Ella estaba impaciento por decir lo que se le había ocurrido.
-vamos a jugar
-¿jugar a ir de compras?- le pregunté tanteando el terreno. Vete tú a saber que idea loca se le había metido ahora en la cabeza.
-mas o menos, veamos quien comprar más cosas en digamos... ¿una hora?
-¿comprar cualquier cosa?
-sí, bueno no-rectificó- todo lo que compremos tendremos que ponérnoslo, por supuesto
-por supuesto- la imité riéndome de ella y poniendo los ojos en blanco.
-¿sí o qué?-quiso saber ignorando mi broma .
Hice que lo meditaba para tenerla expectante. No sabía que iba hacer con toda la ropa nueva pero nos divertiríamos un rato.
-si es lo que quieres...-accedí – aunque luego no llores si gano, soy más rápida que tú
-pero yo gasto el dinero con mayor rapidez-replicó con suficiencia. Yo reí. Era verdad lo que afirmaba- empezamos en tres...dos...- y echó a correr.
-¿y el uno?-le grité
Su respuesta fue una honda carcajada que hizo eco a través del centro comercial. Decidí no darle más ventaja y entré en una de mis tiendas favoritas. Loui Boiuttoni. Fui directa a la sección de zapatos, tenía predilección por los tacones y mi armario lo demostraba. Como el guardia se había quedado fuera contento de no convertirse en nuestro perchero andante llamé a uno de los dependientes.
-¿qué necesita?
Yo le sonreí dulcemente y él pareció algo nervioso. Era más joven que yo y seguramente este sería uno de sus primero trabajos.
-¿vas a comisión?-le pregunté. El chico me había caído bien a simple vista.
-sí
-entonces hoy es tu día de suerte
El chico no entendía a que me refería así que le expliqué nuestro juego.
-mira-le dije llevándolo hasta la puerta-¿ves aquella chica morena de pelo corto que corre como una posesa?- él asintió- pues hemos echo una apuesta y consiste en comprar todo lo que podamos
Al joven se le iluminó la mirada. Se iba a llevar una buena paga extra este mes.
-¿entonces qué?¿comenzamos?
-por supuesto ¿por dónde quieres empezar?- inquirió el solícito
Esta vez fui yo la que sonrió.
-zapatos, tengo un treinta y ocho
Miramos toda clase de zapatos mientras yo elegía cual quería y cual no, y si alguno me gustaba mucho me lo llevaba en varios colores. Después pasamos a la ropa, trajes de chaqueta,vestidos para diario, para salir, todo ropa elegante. Habían pasado cuarenta minutos y llevaba más ropa de la que ya tenía en mi armario. Entre Barbara y yo habíamos echo un tremendo agujero a la tarjeta de mi padre. Pagué sin ni siquiera mirar el tique y después de lanzar un chiflido al guardia para que cargara con todo me despedí del chico.
-si alguna vez necesitas algo ven a buscarme- le pasé una tarjeta con mi dirección y mi número de teléfono.
-gracias por todo-después de haber vaciado media tienda ya no se sentía tan cohibido. Ese chico era buena persona y estaba en apuros. No había tardado en notarlo, no pasaban ni cinco minutos sin que él mirara hacia la puerta. Ninguno de sus movimientos era relajado y no era bueno escondiendo sus emociones. Estaba asustado por algo. Y la verdad, no me apetecía encontrarme con este chico muerto en un callejón por un ajuste de cuentas.
Rara vez me equivocaba cuando juzgaba a un persona a primera vista, no lo hacía a mala fe ,simplemente, o me causaban buenas vibraciones o no. Y este chico estaba entre los primeros. Si se trataba de un problema de la calle como sospechaba yo podría solucionarlo, nadie tenía más autoridad que mi familia. Ni siquiera la policía.
-¿cuál es tu nombre, chico?-le pregunté cuando las puertas de cristal se abrieron
-Miguel
Le guiñé un ojo amistosamente.
-bien, yo soy Isabella, y no dudes en venir a buscarme si te ves en apuros- le pasé mi tarjeta totalmente seria, sin rastro alguno de sonrisa-puedo ayudarte, créeme
Salí dejando al chico con las preguntas en la boca. Esperaba de veras que no lo hiciera falta llamarme. Me quedaban diez minutos de tiempo pero ya no tenía más ganas de seguir comprando, el tema del chico se había quedado dando vueltas en mi cabeza, así que Barbara seguramente ganaría. El guardia que nos había acompañado no veía por donde andaba debido a la enorme torre de bolsas que cargaba. La imagen era bastante graciosa, sobre todo en ese momento que hacía equilibrio para que no se le cayeran. Me senté en un banco esperando a Barbara, tenía marcas en las manos de sostener las bolsas y las dejé caer estirando los dedos. Mi competidora no tardó en llegar exaltada y sonriendo como una cría, me extrañó que tan solo llevara una bolsa en las manos.
-¿y tus compras?-le pregunté temiendo la respuesta
-espera un momento-miró a su alrededor para no encontrar nada- bueno espera varios momentos- y entonces pareció ver lo que esperaba porque su cara se iluminó por completo. Mire en su dirección para encontrarme con un séquito de dependientes cargados con bolsas y cajas. Gemí en voz alta haciendo reír a Barbara.
-creo que ganaste- alegué observando todas las compras
-sí-afirmó sacando varios billetes y dándole una propina bastante sustanciosa a los que la habían ayudado a cargar las bolsas.
Y en ese momento mientras las dos reíamos por la tontería que habíamos echo y cotilleábamos las bolsas de la otra mirando lo que había comprado, todo cambió. Cambió mi vida para siempre y las de muchos otros, y ese cambió sería algo permanente e irreversible.
Leo apareció por las escaleras mecánicas seguido de tras guardias más, todos serios con los semblantes inescrutables. Dejamos lo que estábamos haciendo al verlo llegar. Cruzamos una mirada que significaba lo mismo: algo malo había pasado.
-tenéis que volver-dijo Leo
-¿qué ha pasado?- le pregunté preocupada, aunque por fuera siguiera tan entera como antes.
-ahora no
Quería exigirle que no me dejara en vela, que me explicara que estaba pasando pero su dura mirada me obligó a morderme la lengua. ¿Qué había podido suceder? Ideas cada vez más terribles pasaban por mi mente pero no me atrevía a preguntar por miedo a montar un escándalo en mitad del centro comercial .Pero cuando montamos en el coche y el silencio me crispo lo nervios casi volviéndome loca no pude aguantar.
-Leo, di que está pasando-le ordené en mi tono más mortífero. Intentaba ocultar el miedo pero la única manera que sabía como hacerlo era ponerme a la defensiva. Por la seriedad que transmitía Leo no podía ser un simple problema en el negocio. Algo malo le había ocurrido a alguien. Intente respirar para relajarme, no podían verme flaquear, aunque tuviera un horrible presentimiento, aunque algo en mi pecho me doliera y estuviera a punto de estallar.
Leo desvió la mirada de la carretera para mirarme, luego volvió a fijarle en frente.
-Isbe..-empezó a decir dándome alguna excusa
-¡ahora!
Noté como Barbara se encogía en el asiento de atrás, pero no me importaba que se asustara de mi genio. Necesitaba saber.
-han disparado a tu padre- y todo mi alrededor se detuvo, el tiempo se paró y mi corazón de desbocó. Porque sabía que esa no era toda la verdad. Ese día había muerto mi padre. Giorgio Vettore.