Capítulo 4, tienes alma




Tres días, tres días llevaba mi padre sin hablarme, y empezaba a estar más que harta. No comía conmigo y prácticamente me evitaba . Él era el padre, se suponía que tenía que ser el maduro y responsable, pero no había manera de estar con él más que unos minutos. Y para colmo, hoy acababa el plazo de Diego, esta noche iría a visitarlo. Por su bien  más le valía que tuviera mi daga.
Entré en el salón para tomar el desayuno y como me esperaba, mi padre no se encontraba en el. Suspiré resignada y me senté al final de la enorme mesa. Esperé varios minutos pero ninguno de los sirvientes venía, cosa extraña, todo el servicio estaba muy bien organizado gracias a Arabella. Opté por   bajar a la cocina en vez de quedarme ahí sentada, picaría cualquier cosa y me iría. Andaba sola por el pasillo, ya que a pesar de las amenazas de mi padre, al final no me puso los guardias, cosa que agradecí enormemente aunque aún no se lo había podido decir. Mi estómago no paraba de rugir debido al hambre, y solo de pensar en la suculenta comida que había en la nevera o en los manjares que preparaba Peggy, nuestra cocinera, se me hacía la boca agua. Ya estaba en el ala de la casa donde residían los criados, y podía ver las dos puertas plateados con una ventana circular en cada una ,que daban a la cocina. Las abrí y una ráfaga de aire caliente me golpeó. Los hornos estaban encendidos preparando la comida. Peggy estaba sentada tomándose un café. Medía apenas un metro y medio, rechoncha con una cara ovalada y grandes mofletes.
-Peggy, ¿dónde están las sirvientas de la comida?
Ella levantó la mirada de su café y me miró con cariño, tenía 40 años y llevaba trabajando para nosotros desde los 16. Conocía todos nuestros gustos, y sus manos hacían milagros con un trozo de carne.
-mandé a dos a comprar, las demás haciendo sus tareas ¿Por qué?
-tengo hambre y no había nadie en el salón para tomar el desayuno
-cariño- dijo ella levantándose y depositando la taza en el lavavajillas- es medio día, nadie esperaba que fueras a por el desayuno en un hora tan tardía
-no puede ser tan tarde-miré el reloj que colgaba en la pared y así era- yo nunca duermo tanto
-cierto, Arabella me ha preguntado si te encontrabas bien, estaba a punto de subir, no estas enferma ¿ verdad cielo?
Puso sus manos en mis mejillas girándome la cara hacía un lado y el otro.
-sí, creo que estas bien, tienes buen color- sentenció soltándome
-sí, ahora lo único que me pasa es que estoy famélica
Me acerqué a la nevera pero Peggy me impidió el paso poniendo los brazos en jarras. Así, me recordó a una de las taberneras que había visto en los pueblos de los alrededores, ella controlaban a los borrachos con una mano mientras con la otra servían las copas, de verdad que eran dignas de admiración solo por aguantar tantas bromas subidas de tonos de los hombres. Yo acabará arruinando el local, mi carácter para esos temas era bastante agrio. Peggy llevaba el delantal blanco de volantes manchado, y su moño estaba torcido pero erguía la cabeza como una reina.
-ah, no, señorita, la comida estará en un hora y no pienso permitir que te sacies ahora con porquería y luego no pruebes mi rosbif
Mi estómago rugió como si quisiera protestar de la única manera que podía, pero yo si podía reivindicar mis derechos, al menos en lo referente a la nevera y su contenido.
-si no como algo me  voy a desfallecer- me quejé
-no- negó rotundamente
-por dios, es mi cocina, no puedes impedir que me coma un par de tostadas- le repliqué exasperada
-sí, sí que puedo, en la cocina mandó yo, y me da igual cuento te enrabietes 
Salí de la cocina enfada. No había ningún criado cerca así que tendría que conseguir algo de comer por mi cuenta. Por la santa iglesia, maldije,solo quería picar algo. Asomé la cabeza por las escaleras buscando a alguien en particular.
-Kasey-grité
Mi pantera bajó corriendo las escaleras saltando varios escalones con sus zarpas hasta llegar a mi lado. Me miró interrogante y yo le sonreí. Adoraba a mi mascota. Me la regaló mi tío Paolo en uno de sus viajes por las selvas africanas cuando tan solo tenía diez años, os puedo asegurar que a mi padre no le sentó nada bien esa sorpresa pero al final conseguimos convencerlo.
-vamos a una pequeña misión, baby- le dije guiñándole un ojo
Estaba animada de nuevo. Kasey tenía ese efecto tranquilizante sobre mí. Irónico ¿verdad?. A pesar de ser invierno hoy el sol brillaba, el aire era algo frío, sí, pero era un buen día para pasear. Según recuerdo a estas horas el panadero iría de vuelta a su casa después de haber repartido el pan por los bares y restaurantes más cercanos, era una manera de mantener a sus clientes contentos y fieles a su negocio.  Esto lo sabía porque uno de mis compañeros del colegio ayudaba a su padre en la  panadería y el bocazas pesado se pasaba horas diciendo como hacer pan. Para él, era el oficio más fascinante que podría existir, dudo mucho de que siga pensando igual. Aunque es fácil recordar sus sermones, eran casi tan pesados como las misas de los domingos a las que nunca iba.
Me senté en uno de los bancos que había dos calles más abajo de mi casa y esperé a que pasara la furgoneta blanca con el logo de un panadero  con una barra de pan en la mano (lo sé, la originalidad no abunda por estas zonas) Kasey se sentó a mi lado moviendo el rabo juguetona.
No tuve que esperar mucho hasta que la furgoneta apareció al final de la calle.
-venga, Kasey es tú turno
Esta identificó mi señal y se cruzó en medio de la carretera. El panadero frenó  estrepitosamente temblando como un flan  mientras que yo abría las puertas y sacaba dos cruasanes. Una para mi y otro para Kasey, se lo había ganado. Cerré las puertas justo cuando el coche arrancó. Me escondí a toda prisa tras unos matorrales. Le pegué un bocado al cruasán observando al pálido panadero que agarraba el volante con todas sus fuerzas. Miró hacía los lados varias veces en busca de alguna señal de mi pantera, a pesar de que el coche estaba arrancado no era capaz de moverse. Seguramente creía que se lo había imaginado. Esto me sacó una sonrisa. Era divertido jugar de vez en cuando. Pensando en mi pantera me preocupé ¿ Dónde estaba? El coche por fin se fue y sus ojos amarillos aparecieron entre el follaje de los arbustos en la otra acera. Sin darme cuenta pegué un salto. Por mucho que quisiera a Kasey llegaba a darme algún susto que otro. Pero, por los clavo de Cristo, se me había resbalado uno de los cruasanes y ahora estaba remojado en barro.
-mierda, mierda y más mierda- miré con pena como el dulce se hundían en uno de los charcos que habían dejado las lluvias  de estos días atrás.
-eso es el karma- exclamó una voz detrás de mi
Me giré hacía el hombre que había hablado, y me encontré con Leo recostado en un árbol con la pierna derecha  apoyada en el. Me levanté del suelo sacudiéndome la suciedad y le bufé como si fuera un gato y quisiera abalanzarme sobre él.
-si existiera el karma yo estaría mucho peor- repliqué
Leo movió la cabeza de un lado a otro negando pon pesar.
-tu alma no es tan negra como tu te crees- me dijo con tristeza  en la voz
Este era un tema delicado, del cual nunca hablaría con Leo ni con nadie. Así que me encogí de hombros como si no importara.
-si tú lo dices- le comenté
Kasey ya estaba de vuelta a mi lado y le di la mitad del cruasán que quedaba, yo me comí el resto.
-¿Quieres un poco?-le pregunté a Leo pasándole el cruasán por debajo de sus narices, aún estaba calentito y despedía un olor riquísimo.
-no, gracias
-bien, porque no te iba a dar de todas maneras- seguí andando dejándolo ahí, me había puesto de mal humor sin saber muy bien porqué. Pero antes de que me alejara lo suficiente él exclamó
-he visto el billete de cinco euros que has dejado en la furgoneta, con eso te llegaba para muchos cruasanes-bromeó- no eres tan mala como quieres hacernos creer
Gruñí  interiormente.
-imbécil- mascullé sin girarme, importándome poco si lo oía o no. Estaba segura de que sonreía de oreja a oreja. Casi podía sentir como se jactaba a mis espaldas.

Era ya de noche cuando mi padre entró en mi habitación. Habíamos cenado en silencio y retirado de la mesa en cuanto acabamos. Estaba lista para salir. Armada hasta los dientes y preparada para cualquier ataque, y eso, mi padre lo sabía.
-vas a casa de Diego- la voz de mi padre era suave, cavilando las palabras que decía
-sí- no había sido un pregunta pero contesté igual- llevó dos guardias y a Leo
Mis palabras sonaron algo más duras de lo que pretendía. Pero cada vez que mencionaban a mi madre Giorgo se pasaba días ausente, esta harta de eso.
-yo puedo encargarme de eso- aseguró él
-pero quiero hacerlo yo
-espera un hora, tan solo eso- me pidió
Lo miré sin comprender. Pero para variar, me lo estaba pidiendo y no ordenando . Su carácter autoritario era bien conocido en esta casa y fuera de ella, que hiciera un esfuerzo para que no siguiéramos peleados después de tres días sin hablarnos era importante para mí. Podía concederle una hora.
-de acuerdo, pero una hora, no más- accedí
Él asintió y salió del cuarto, no sin antes fulminar a Kasey que acababa de aparecer en el vano de la puerta, esta le enseñó los dientes como respuesta, pero eso no amilanó a mi padre. Nada asustaba a Giorgo Vettore.
-debes portarte mejor con papa- le pedí cariñosamente acariciándola
Esperé una hora. Esperé mientras hace la cama, ordené la el cuarto, recogí la cama y escondí los papeles de Diego en uno de los cajones de mi escritorio por si algún día volvía a necesitarlos. Ya se que esto podía hacerlo cualquiera de las criadas ,pero yo tenía prohibida la entrada a mi habitación , además de que muy pocos se atrevían a entrar con Kasey dentro.
Cuando las manecillas del reloj apuntaron la una de la madrugada salí de la habitación. Mi padre se había retrasado una hora y no podía seguir esperando. Bajé las escaleras a toda prisa poniéndome la chaqueta justo en el momento en que Leo entraba  por la puerta principal.
-ve al estudio del salón blanco y espera ahí, tu padre se reunirá contigo en seguida- me ordenó
-¿para qué? Tengo que...
-ve Isabella- me cortó él ,algo en su mirada me retuvo de que siguiera protestando, cuando estaba tan serio era porque había recibido órdenes.
Le eché una mirada dura porque odiaba que estando de trabajo no dejara entrar a nadie en ese caparazón que se creaba ,pero le hice caso sin rechistar.
Mi padre apenas tardo unos minutos en aparecer donde me había dicho. Tras él, dos guardias  traían arrastras a Diego, y guardándoles las espaldas a estos, iban  Leo y su padre.i

Capítulo 3 ,padre e hija







Nota de la autora : Le dedico el capítulo a mi amiga Zule (la xula) jajajajaja pa' que no se aburra esos días que no puedo salir.
Para todos los que leíais mi historia, aquí tenéis el nuevo capítulo, que después de todo el verano dudo de que os acordéis del resto de los capítulos, pero por si acaso ;)
Un beso y espero que os guste.

El coche pasó sobre un camino de grava rodeando una gran fuente en el centro del patio, se detuvo justo en la puerta ,donde el ama de llaves, Arabella, la madre de Leo, nos esperaba vestida con un suave vestido celeste y su enorme cabellera recogida en un moño.
-estaba preocupada por vosotros- dijo Arabella, nada más bajarnos del coche
Se acercó rápidamente para darme un abrazo y besó a su hijo en la mejilla. Arabella era un alma dulce, la única que podía poner algo de orden y controlar los instintos salvajes de esta familia. Ella, su marido, y Leo, se mudaron aquí hace diez años, cuando Leo tan solo tenía catorce. Su padre comenzó a ser el segundo al mando, y no solo porque era totalmente eficaz en lo que hacía, el padre de Leo era de los pocos hombres a los que mi padre consideraba un amigo. Cuando Arabella nos encontró una mañana, a mi y a Barbara, peleándonos en el barro como dos muchachos en vez de dos niñas, decidió hacerse cargo de nosotras. Desde eso momento nos trató como si fuéramos sus hijas, ella compensó la faltad de cariño que dejó mi madre. Era ella quien me curaba las heridas cuando me caía y la que me preparaba un chocolate caliente cuando tenía pesadillas, contándome cuentos hasta que por fin conseguía conciliar el sueño.
- ha salido todo bastante bien- le dije para sosegarla, se ponía terriblemente nerviosa cuando salíamos hacer algún trabajo-aunque deberías curarle el labio a tu hijo, ya sabes que no puede evitar meterse en problemas

Leo hizo un gruñido por lo bajo mientras yo y su madre nos reíamos.
El mayordomo apareció ante nosotros, y como siempre, llevaba puesto un traje elegante de color negro y blanco. De pequeña le había insistido hasta más no poder para que se comprara algo de cualquier otro color, pero él siempre se negaba, afirmando que el negro le daba un aspecto más sobrio y formal. Y eso era verdad. Así que un día me rendí y dejé al pobre hombre, que estaba totalmente harto de mi, hacer su trabajo. Cuando llegó donde nos encontrábamos, hizo un pequeña inclinación con la cabeza, nunca entendí su tozudez a seguir con las antiguas reglas del decoro y las clases sociales.
-señorita- me dijo sin expresión alguna en el rostro- el señor la espera en la sala de su dormitorio
Tradución: Su padre está que se lo llevan los diablos y se ha tomado media botella de whiski francés para no salir detrás de usted y matarla con sus propias manos.
Me quedé en el sitio mirando la cara de Felix atentamente, y cuando cerró los ojos también supe porqué. Me había costado años interpretar cualquier gesto de Felix, ya que él era un mayordomo muy servicial de los que nunca se metían donde no los llaman pero que estaba al tanto de todo en la casa. Gracias a él y sus gestos, podía prepararme para cuando mi padre estaba de muy mal humor o sucedía cualquier contratiempo. Por supuesto Felix no sabía que lo psicoanalizaba de esta manera sino le habría dado un síncope.
Puse mala cara y me despedí de Leo y su madre, hiendo directamente hacía la habitación de mi padre. Conocía de primera mano su carácter y era mejor afrontarlo y acabar pronto que darle largas, además, yo no soy de las que se esconden. Entré en la casa y lo primero que vi fue el enorme recibidor, todo muy pulcramente limpio, otra muestra del nerviosismo de Arabella,dado que cada vez que algo le preocupaba se ponía a limpiar frenéticamente. Justo enfrente del recibidor había unas escaleras con una alfombra roja muy fina y barandilla de madera clara, esta se abrían en dos direcciones separando una parte de la casa de la otra. Desde cualquier parte de arriba podías ver el vestíbulo, con la enorme lampara de telaraña que lo iluminaba todo. Subí las escaleras decidida y gire a la izquierda, donde se encontraba otra pasillo con habitaciones a cada lado y con cuadros de paisajes decorando las paredes de color crema. Abrí la segundo puerta sin remilgos y pasé adentro. El dormitorio decorado con tonos blancos y granates con todo el mobiliario en madera caoba estaba totalmente oscuro, pero las puertas correderas dejaban pasar la luz de la otra estancia. Mi padre estaba en su estudio esperándome.
- entra Isabella
Hice lo que me ordenó. Giorgio estaba de pie, con el traje de chaqueta gris aún puesto llenándose una copa de cristal de un brandy muy caro, al parecer se había agotado el whiski francés.
-¿querías verme?- le pregunté contenta de que mi voz no temblara, mi padre jamás me pondría una mano encima .Más no hacía falta eso para temblar cuando lo veías enfadado.
Mi padre se giró, pero no pude ver ninguna emoción en su rostro, esa cualidad era un don muy provechoso para este trabajo, un don que yo también había heredado.
-¿Qué harías tú si vienes de una reunión importante y cuando vas a la habitación de tu hija para darle las buenas nuevas, no vieras a nadie en su cama, y más tarde descubrieras que Leo, su compañero de aventuras tampoco está? Porque si fuerais un par de enamorados entendería las escapadas a mitad de la noche-
Mi sorpresa ante el comentario fue evidente, Leo es la persona en la que más confió en este planeta a excepción de mi padre, somos como hermanos, no existe un ápice de amor entre nosotros que no sea fraternal pero no objeté nada , mi padre parecía que estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para controlar su carácter
-pero no- siguió diciendo él- mi hija jamás se escaparía para algo tan simple como tener una cita- en eso tenía razón pensé para mis adentros- ella solo asalta una casa para recuperar un joya, cosa que podría hacer cualquiera de mis hombres- su voz fue subiendo el volumen a cada frase hasta que acabó gritándome cuando me preguntó- ¡dime! ¡¿tú qué harías?!
¿la pregunta era retórica o tenía que contestar? Dijera lo que dijera lo enfurecería más y si no lo hacía explotaría de todas maneras, así que contesté con voz calmada sin perder los nervios
-yo esperaría y confiaría en mi hija- una vez dije la frase casi me entraron ganas de reír, si alguien de mi familia estuviera en aparente peligro aunque fue por su voluntad no me quedaría sentada, y mi padre lo sabía. Sin embargo esta noche no había corrido ningún peligro ,al menos ninguna que él sospechara. El color de la cara de mi padre pasó del blanco al rojo, oh, oh, iba a explotar, debería haberme quedado callada
-¿confiar en ti pa' que no te metan una puñetera bala en la cabeza? ¿ qué clase de confianza es esa ?- estaba hablando con el típico lenguaje de la calle, y eso solo lo hacía cuando perdía los estribos y se cabreaba de verdad, cosa que sucedía en muy raras ocasiones ya que mi padre tenía un férreo control sobre sus emociones.
-he podido colarme en su casa sin problemas y he salido sin un rasguño, no estaba en peligro
-¡eres mi hija! No puedes pedirme que te deje hacer misiones sin siquiera guardias, Dios mio tan solo tienes 19 años
-¡he ido con Leo!- grité, al final había perdido la compostura- no iba sola, además tú elegiste esta vida por mi, yo no tuve elección ,no puedes pretender que me quede al margen de todo esto
-elegí los lujos, la vida fácil, no tener que preocuparte si encontraras algo de comer en una cubo de basura o en que cartón dormirás esa noche, en ningún momento quise que te involucraras en el contrabando o en las guerras de la calle
Si me hubiera pegado un patada no me habría sorprendido menos. Ya sabía que mi padre había vivido en los bajos fondos de niño ,pero a pesar de la buena relación que tenía él nunca me hablaba de su pasado. Saber que había tenido que pasar esas cosas no era un plato de buen gusto. Mi padre respiró varias veces bajando y subiendo su pecho.
Giorgio tenía 44 años y se conservaba muy bien, su pelo era negro azabache, eso también lo heredé de él al igual que sus labios ni muy finos ni muy gruesos ,pero el parecido físico acaba ahí. En cuanto a la forma de ser eramos iguales, tozudos, orgullosos, desconfiados, fuertes de voluntad y con cabeza fría. A pesar de que estuviéramos hechos de la misma pasta por dentro, el embase de mi padre era más osco, era casi un gorila ,no estaba gordo pero medía casi 1'90 y era un armario. Anchos hombros, gran espalda, fuertes músculos y puños enormes. Mi padre es el hombre al que llaman para boxear, aunque por la nariz rota que nunca se ha vuelto a reconstruir bien, ha tenido que pelear demasiadas veces para conseguir el prestigio que hoy tiene. Ya que en la mafia si no te haces respetar jamás permitirán que actúes como su líder, esto es la jungla, y en la jungla solo vence el más fuerte. Y mi padre incluso envuelto en una traje de chaqueta de 3.000 € trasmitía esa fuerza.
Pensándolo un poco mejor, quizás me había pasado de la raya. Mi padre ya estaba planeando como recuperar mi daga pero yo quería estar en primera fila de ataque. Esa daga era algo personal y no quería dejarla en manos de segundos. Quizás si se lo explicaba me entendería y no se enfadaría tanto. No iba a pedir perdón, no me arrepentía ,pero podría intentar calmarlo.
- no estuvo bien que me fuera pero era la daga de madre, lo único que me queda de ella
-una daga, por valiosa que sea, no justifica que pongas tu vida en riesgo- me contestó cortante
-pero es lo único que me dejó ella antes de morir- casi le supliqué para que lo entendiera
Pero él en cambio pareció enfadarse aún más. Golpeó la mesa con el puño tirando el vaso del que había estado bebiendo al suelo y derramando su contenido.
-no quiero oír hablar más de tu madre, lo único que espero es que éste incidente no vuelva a repetirse, hasta que pueda confiar en que no hagas otra tontería tendrás dos guardias en todo momento
-¡eso no es justo!- le grité con rabia, ya no tenía ocho años para tener que ir con guardaespaldas
-es por tu bien- replicó él algo más calmado.
Ya no me miraba con tanta dureza como había echo hacía escasos segundos, eso solo le ocurría cuando hablábamos de mi madre , una estupidez mía haberla nombrado. Nunca se mencionaba nada sobre ella, y desde que murió hizo como si todo lo que vivió con ella no hubiera existido. Yo no se mucho sobre eso, apenas tenía unos meses cuando un trágico accidente de coche se la llevó, pero cuando era pequeña escuchaba los cuchicheos de las sirvientas, eran eso, simples susurros que se decían entre ellas a la hora de del descanso, siempre se callaban cuando me veían aparecer y jamás se les ocurría mencionar a mi madre con Giorgo delante. Al principio no entendía las miradas de compasión que me dirigían, pero cuando crecí ,odié ese sentimiento, no necesitaba la pena de nadie, había perdido a mi madre eso era verdad, pero mi padre siempre me cuidó y me dio todo lo que necesitaba.No era un padre afectivo y apenas tenía tiempo para mi ,pero sabía que me quería,y si necesitaba del consejo de un madre siempre estuvo Arabella.Muchas familias sufrían cosas peores todos los días. Sin embargo, mi padre nunca superó la muerte de mi madre, y esa era su manera de demostrarlo. Aun sabiendo todo esto, no podía evitar enfadarme por que me pusieran dos niñeras o que no hiciera un esfuerzo por entenderme, habían pasado casi veinte años desde la muerte de mi madre y siempre me dio la sensación de estar en segundo lugar, siempre detrás de ella.

-esto no es por mi bien, sabes que se defenderme y que disparo mejor que nadie ,no necesito ayuda , todo esto lo haces para tenerme controlada como si fuera un perro, ¡yo no soy mama! olvídala y vive, no puedes compararlo todo con lo que sucedió hace tantos años y si algo tiene que pasar ,dos guardaespaldas no podrán evitarlo, me tienes prisionera en una jaula de oro,- respire agitadamente sintiendo como me corrían las lágrimas por las mejillas de la impotencia, nunca lloraba por el dolor pero el sentimiento de no poder hacer nada me mataba por dentro-no te das cuenta, no eres capaz de verlo, pero me estas ahogando
No quería herirle pero cada vez que me enfada no podía controlar esta maldita lengua y acababa diciendo cosas que en realidad no pensaba, o las que si pensaba las decía con menos tacto que un ladrillo. Barbara siempre decía que tener esta lengua afilada era un arma muy útil para depende que situaciones, más yo lo odiaba. Me arrepentí de haber abierto la boca, no quería recordarle como él no puedo hacer nada para evitarlo.
-papa...
-dejalo, vete a tu habitación- dijo resignado y abatido
Hice lo que me pidió.
En el interior de mi habitación se escuchaban arañazos rasgando la madera de la puerta. Me reprendí por haber sido tan tonta, Kasey (pronunciado algo así como Keisi) era muy empática con mis emociones y seguro que se había despertado cuando me había marchado en plena noche. Abrí la puerta y el felino negro se sentó en el suelo moviendo la cola mientras me miraba con sus ojos amarillos. Casi podía sentir como me reprochaba haberme ido sin ella. Pero no era buena idea llevarme una pantera para asaltar un casa.
-vamos Kasey, no me mires así- le acaricié la cabeza y pareció algo más tranquila
Me quité la ropa y la dejé caer en una esquina. Mañana la recogería. Pasé al otro lado de la habitación para entrar a baño, darme una ducha relajante y entrar en calor. Luego me puse mi pijama de seda roja y me acurruqué en la cama. Un hondo suspiro escapó de mis labios cuando el sueño empezó a vencerme. Kase se subió a la cama y se durmió en mis pies.
-buenas noches, Kasey- le dije antes de cerrar los ojos por completo